Megan Hunter

Un secreto: yo creía que teniendo un hijo se me pasaría el miedo.
Cuando era pequeña, mi madre me dijo que daría la vida por mí, desde luego.
Yo se lo preguntaba a todas horas. La ponía a prueba.
El miedo al final me despertaba, me asfixiaba. Me volvía incapaz. Creía que teniendo un bebé se me pasaría. Que eso me daría algo por lo que morir

Parece que él me esté alimentando a mí, llenándome de una luz anaranjada y constante.

Hay muchos tipos de silencio, pero solo una palabra para todos ellos. El silencio de la casa ha madurado del silencio como ausencia de ruido a algo distinto, un silencio con textura y grano, con una densidad por la que se avanza a trompicones

Toda bestia pereció, todo cuanto se movía. Solo un hombre y una mujer sobrevivieron en las aguas, sus cuerpos preservados en una caja de madera.

No estoy segura, me doy cuenta, de si todavía hacen estas cosas. De si un bebé sigue siendo algo importante. Lo es. Reaccionan.
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A veces las madres desarrollan poderes sobrehumanos cuando sus hijos están en peligro. Se llama fuerza histérica.

Los escenarios de su muerte son los sueños diurnos más vívidos que he tenido nunca.
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Una vez, cuando tenía unos ocho años, me concentré con todas mis fuerzas en un poste de telégrafos. Saqué una foto mental, me insté a mí misma a recordarlo

Una vez, cuando tenía unos ocho años, me concentré con todas mis fuerzas en un poste de telégrafos. Saqué una foto mental, me insté a mí misma a recordarlo esa noche.
Cuando lo hice, fue como si el resto del día no hubiese existido. Me aterró la idea de poder hacer lo mismo cuando llegase la muerte, de hacer desaparecer mi vida entera.

Entre cada una de esas olas que me arrancan las entrañas el mundo resplandece. Me siento como Aldous Huxley puesto de mescalina. Empapada de puro ser