Una vez, cuando tenía unos ocho años, me concentré con todas mis fuerzas en un poste de telégrafos. Saqué una foto mental, me insté a mí misma a recordarlo esa noche.
Cuando lo hice, fue como si el resto del día no hubiese existido. Me aterró la idea de poder hacer lo mismo cuando llegase la muerte, de hacer desaparecer mi vida entera.