Cuando, pasado cierto tiempo, se recuperó, el hombre de Dios le aconsejó que fuera prudente y evitara los rayos. Pero los Sarn eran obstinados. Siguió en sus trece y, cuando volvía a casa por el robledal, volvió a caerle un rayo encima. Y parece que el rayo le entró en la sangre. A partir de entonces, adivinaba si se avecinaba una tempestad mucho antes de que llegara, y dicen que cuando estallaba una tormenta, el fuego rondaba a su alrededor de tal manera que nadie podía acercársel