Hay una cosa que nadie comenta sobre la idolatría: es despiadada. Cruel. Pero, sobre todo, un engaño. Tomas a alguien, a cualquier persona, y lo conviertes en tu objeto de deseo. De repente, no existe nadie más. Se han convertido en tu prioridad. Y mientras los pones por delante de todo, en el centro de tu mundo, despegan