Mabel Moraña

Al mismo tiempo, el margen produce sus propios monstruos para nombrar al Otro, al dominador, al verdugo, al amo, al hacendado, al invasor, al torturador, otorgándole una forma simbólicamente abyecta que alegoriza las actitudes, las conductas y los valores a partir de los cuales ese Otro define sus agendas y sus procedimientos

mismo tiempo, solo tiene sentido en relación con el sujeto/objeto de su deseo: es un cuerpo deseante que se extiende más allá de todo límite (territorial, religioso, ético, epistémico), que invade territorios geoculturales y existenciales como si se tratara de una tierra que nadie quiere conquistar, como si se hubiera guiado por un impulso colonialista de apropiación, usufructo y reproducción de su mismidad anómala en el cuerpo social en el que se enclava.

Existe para ser visto; es, en lo esencial, espectáculo, constante retombé: re-presentación permanente, cíclica, inopinada.