Unos conocimientos, por cierto, que no surgen solo de estudiar largas carreras universitarias, de navegar en la literatura científica, de publicar complicadas investigaciones o de leer sesudos tratados, sino también de su sabiduría innata, de su sentido crítico, de su criterio forjado en el horno de la escucha sin prejuicio, del amor que profesan el uno por el otro, por los niños en general y por sus hijos en particular.