Violet se arrodilló al lado de Klaus y le abrazó, intentando así que se sintiese mejor. Sunny gateó hasta el lugar donde estaban las gafas, las cogió y se las llevó a su hermano. Klaus empezó a sollozar, no tanto de dolor como de rabia por la terrible situación en que se encontraban. Violet y Sunny lloraron con él, y siguieron llorando mientras lavaban los platos, y cuando apagaron las velas del comedor, y cuando se cambiaron de ropa y se pusieron a dormir, Klaus en la cama, Violet en el suelo, Sunny en su pequeño nido de cortinas. La luz de la luna se filtraba por la ventana y, si alguien hubiese entrado en el dormitorio de los huérfanos Baudelaire, habría visto llorar a los tres niños en silencio toda la noche.