“Desear algo, de corazón, no es tan sencillo. Conseguirlo lleva tiempo. Y durante ese tiempo hay que desprenderse de muchas cosas. Cosas importantes para ti.”
No sé si con los lectores aplica eso de que el libro escoje al lector; tal parece que este es el caso. Nunca se que esperar de Murakami, eso lo hace sumamente interesante, está historia me ha conmovido muchísimo, es tierna, profunda, reflexiva, preciosamente irreal y hermosamente real.
Un concurso literario fue lo que enlazó las vidas de Boku” (es un pronombre personal usado solamente por hombres para hablar de sí mismos que equivale a nuestro “yo”) y una chica de 16 años a la que se dirige como “Kimi” (pronombre correspondiente a “tú”). “Boku” y “Kimi” no solamente conectaron a través de la literatura, también a través de la construcción de una ciudad amurallada donde el tiempo no importa (aunque existe), donde la gente sabe que la vida es en ese momento, el guardian resguarda las puertas y tú y yo compartimos espacio, tiempo y lugar para leer los sueños.
Murakami es despiadado en cuanto a la melancolía se refiere, la vida de Boku se ve enlazada con personajes aquejados del mismo mal, M**, el Sr. Koyashu, y la biblioteca con la estufa de leña de manzano. Boku” se ha convertido en “Watashi” (pronombre personal adulto para “yo”), y nosotros maduramos y maceramos esa sensación de no pertenecer y aún así estar.
Una novela de Haruki es como el jazz, un caos con sentido, orden y progreso, con un tema y muchas improvisaciones, muchas voces, muchas formas y sentidos, y vuelta al tema, mismas notas, pero no con el mismo sentimiento. Lo siento, la vela se apaga, el tiempo se ha terminado.
Tardé mucho en animarme a leer a Murakami y decidí empezar por este título; lo disfruté mucho, salvo la última parte que se me hizo insufrible, otro vato básico más, qué pereza y qué tristeza porque se desinfló de una manera descomunal. Lo guardaré en una lista de los peores finales que he leído en mi vida.
Me encanta