Te niegas a meter un preservativo dentro de Tamara. Por eso nunca hacéis el amor. Al principio, ella no comprendía a ese cliente que se conformaba con enrollar su lengua alrededor de la suya. Luego le fue encontrando el gusto, a los dientes que mordisquean la boca, a la nerviosa punta de saliva perfumada de vodka, y ahora es ella la que hunde su lengua en tu dulce boca, y el morreo es profundo, penetración bucal en la que tu lengua se convierte en pene, lame sus mejillas, su cuello, sus ojos, sabor, gemido, aliento, cosquilleante deseo. Stop. Te detienes para sonreírle a un centímetro de su rostro, saber esperar, degustar, aminorar la marcha y volver a empezar. Hay que decir las cosas como son: a veces un beso es más hermoso que follar.