Mientras desataba lentamente el cabo, saboreando el hecho de haber salido bien parado de aquella desagradable aventura, Bray se dio cuenta de algo que no había visto antes: la luz del sol que entraba por la ventana iluminaba ahora la marca que el agua había dejado sobre el oscuro papel pintado de la pared. La marca quedaba más de medio metro por encima de la cabecera de aquella cama que con tanto esmero había hecho Elinor Dammert. Pero, si el agua había subido hasta ahí, ¿cómo había sobrevivido la mujer?