A pesar de que, por así decirlo, exhibo con orgullo el cartel de «ama de casa», no puedo evitar un sentimiento de culpa porque disfruto de tantas comodidades. Ser propietaria de una vivienda a mi edad me produce la sensación de que estoy haciendo trampas en la vida. Tal vez si tuviera hijos podría llevar la cabeza más alta; sin embargo, no hay el menor atisbo de que me vaya a quedar encinta, como si mis entrañas percibieran mi talante deshonesto.