pesar de la brillante apariencia de nuestra época tecnológica, seguimos atados a un viejo y obsoleto conjunto de relaciones sociales. Seguimos trabajando muchas horas, recorriendo trayectos cada vez más largos para llevar a cabo labores que parecen tener cada vez menos sentido. Nuestros trabajos se han vuelto más inseguros, nuestro sueldo se ha estancado y las deudas nos abruman. Luchamos por llegar a fin de mes, por poner comida en la mesa, por pagar la renta o la hipoteca y, a medida que nos arrastramos de un trabajo a otro, evocamos las pensiones y luchamos por encontrar servicios de cuidado infantil a un costo moderado. La automatización nos deja desempleados y los sueldos estancados devastan a las clases medias, mientras que las ganancias corporativas se disparan a nuevas alturas.