Cuando los astronautas van al espacio y observan la Tierra, experimentan una intensa conexión espiritual con ella, impactante y bella a la vez. Se trata de una epifanía profunda: el descubrimiento de la relación inseparable entre el cosmos, la Tierra y la humanidad. Es un momento de transformación, de catarsis, un cambio cognitivo irreversible.
Esta experiencia recibe el nombre de «efecto perspectiva»: el momento en el que se ve en primera persona la realidad de la Tierra desde el espacio. Se comprende enseguida que es una bola de vida minúscula y frágil, suspendida en el vacío, protegida y alimentada por una atmósfera finísima. Los astronautas se refieren una y otra vez a la belleza abrumadora, casi indescriptible, y a la toma de conciencia de que el Sol, la Luna y la Tierra, nuestro universo y todos nosotros, estamos hechos del mismo material atómico. Todos estamos interconectados en el nivel de los átomos. La Tierra es un sistema del que todos formamos parte y en el que existe cierta unidad, lo cual también tiene consecuencias para todos nosotros.