—Enhorabuena. —Gruño cuando me arrebata el teléfono de la mano—. ¡Oye!
Para mi asombro, gira la cámara hacia su cara y hace una foto.
—¿Qué haces?
—Ahí lo tienes —dice devolviéndome el teléfono—. Si quieres, envíales a todos tus contactos un mensaje con esa cara tan sexy para informarles de que te llevo a casa. Así, si apareces muerta mañana, todo el mundo sabrá quién lo hizo. Y si quieres, puedes tener el dedo en el botón de llamada de emergencia todo el tiempo por si tienes que llamar a la policía. —Exhala un suspiro de exasperación—. Bien, ¿puedo, por favor, llevarte a casa?