El problema está en que nadie te prepara para lo que te rompe el corazón. Nadie te prepara para la muerte. Tuya o de alguien cercano. Y, en cuanto miras a la muerte de cerca, todo pierde color. La escenografía se vuelve gris. Al igual que tus emociones. La vida pasa en cámara lenta y no crees ser capaz de salir del espiral de la angustia. Le temes a todo. Comienzas a caminar sin sentido dentro de tu propia mente.
El vacío se hace carne.