Este libro se ha trasladado de la primera a la tercera persona. Mientras en la narrativa misma no se ha echado en falta lo característicamente trágico, tal vez sí en el «héroe» del que se narra. Sólo que siempre he tenido y tengo prevención contra ese «trágico» tradicional, me parece que ese hombre de la posguerra tampoco tiene ya la «clásica» capacidad para la tragedia, y que ésta se traslada del «carácter» y se instala en la «observación histórica