Sergio Hernández

  • Josué Osbournehas quoted7 months ago
    Un vecino se acercó diciendo que un avión misterioso estaba volando sobre la ciudad; nos advirtió que debíamos estar atentos y cuidarnos. Mi madre le dijo que seguramente no iría a pasar nada como de costumbre. Eso era muy cierto, ya que Nagasaki no había sufrido tantos ataques aéreos. Cuando se fue el vecino, mi hermana que estaba dentro de la casa vino a decirle a mi madre exactamente lo mismo:

    —Mamá, en la radio están anunciando que hay un avión misterioso que está volando sobre la ciudad, así que debemos cuidarnos.
  • Josué Osbournehas quoted7 months ago
    Mi madre me tomó de la mano y justo cuando entramos a la casa vino una tremenda luz, muy fuerte, tan intensa como si fueran mil relámpagos al mismo tiempo. Mi madre me jaló al suelo, me cubrió con su cuerpo, y escuché una explosión ensordecedora. Sentimos que estaban volando miles de cosas encima de nosotros. De repente, un silencio total.
  • Josué Osbournehas quoted7 months ago
    Cuando llegamos al refugio ya se encontraban en ese lugar decenas de vecinos. Todo el mundo estaba preocupado y asustado. Poco tiempo después llegaron mis amigos que habían ido a la montaña. Uno de ellos tenía su espalda completamente destrozada, quemada por la explosión que recibió directamente en la montaña. Mi amigo sufrió porque no había médico, no había enfermeras, no había medicinas. Murió en los siguientes días; su cuerpo estaba infectado de gusanos.

    Desde el refugio podíamos
  • Josué Osbournehas quoted7 months ago
    La gente estaba caminando como fantasmas. Si yo dijera que eso era algún infierno, yo vi el infierno ese día, pero no es suficiente esa palabra; mucho más que eso: cruel, grotesco, desolación total. No existe alguna palabra que pudiera representar ese horror, esa desolación. Es imposible describir exactamente esa imagen
  • Josué Osbournehas quoted7 months ago
    Las mujeres no podían soportar tal trato tan inhumano. Muchas decidieron irse de este mundo por la puerta falsa: se suicidaron. Muchas mujeres se suicidaron, y hombres también; personalmente sufrí mientras trabajaba en el hospital. Me decían cosas: que yo no era gente normal, que yo también estaba contagiado de radiactividad. En una ocasión, una compañera, en una reunión del hospital, mencionó frente a toda la gente que ella jamás se casaría con un sobreviviente.
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