Es un género que se juzga como carente de imaginación, como un medio inapropiado para representar al mundo simbólicamente, como una moda, como un producto del individualismo exacerbado de nuestros tiempos, como un capricho editorial pasajero, un acto de exhibicionismo, una terapia expuesta al mundo o una confesión; como un género cruel e insensible —un argumento que, por cierto, me gusta