Iban Barrenetxea

El cocinero tuvo que cocerlos con sal y la pérfida mujer se los comió creyendo que se había comido el pulmón y el hígado de Blancanieves.

Mi mente parece haberse convertido en una especie de máquina para producir leyes generales a partir de grandes recopilaciones de datos, pero no entiendo por qué esto ha atrofiado solamente la parte de mi cerebro de la que dependen los gustos más refinados.

las partes de mi cerebro que ahora están atrofiadas se habrían mantenido activas por el uso.

Antes solía pensar mis frases antes de escribirlas, pero desde hace unos años he descubierto que ahorro tiempo emborronando páginas de forma rápida y desaliñada, abreviando la mitad de las palabras y luego corrigiendo cuidadosamente. Las frases garabateadas de este modo a menudo son mejores que las que podía haber escrito pausadamente.

Esta curiosa y lamentable pérdida de los más elevados gustos estéticos resulta extrañísima, puesto que los libros de historia, biografías y viajes (aparte de los datos científicos que contengan) y los ensayos sobre temas de todo tipo me siguen interesando igual que antes.

La pérdida de estas aficiones supone una pérdida de felicidad y posiblemente sea perjudicial para el intelecto y más aún para el carácter moral, pues debilita la parte emocional de nuestra naturaleza.

si juzgamos por este patrón, mi nombre debería perdurar unos cuantos años.

Mi memoria es amplia pero difusa, suficiente para recordar vagamente que he observado o leído algo que se opone a la conclusión que estoy extrayendo, o al contrario, que la favorece, y generalmente al cabo de un tiempo recuerdo dónde buscar la información que me avala.

mi amor por la ciencia natural ha sido constante y ferviente. No obstante, este amor puro se ha visto muy impulsado por la ambición de ser reconocido por mis colegas

Desde niño he sentido un deseo acuciante de comprender o explicar todo lo que observaba, es decir, de agrupar los datos en leyes generales.