Ediciones Cal y arena

  • María José Ibarrahas quotedlast year
    Yo, Isabel Arango Priede, me comprometo a vivir con intensidad y regocijo, a no dejarme vencer por los abismos del amor, ni por el miedo que de éste me caiga encima, ni por el olvido, ni siquiera por el tormento de una pasión contrariada. Me comprometo a recordar, a conocer mis yerros, a bendecir mis arrebatos. Me comprometo a perdonar los abandonos, a no desdeñar nada de todo lo que me conmueva, me deslumbre, me quebrante, me alegre. Larga vida prometo, larga paciencia, historias largas. Y nada abreviaré que deba sucederme, ni la pena ni el éxtasis, para que cuando sea vieja tenga como deleite la detallada historia de mis días
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    Se había quedado viuda y mantenía su casa frente al parque de Chapultepec dando albergue a quien su entraña le aconsejaba que merecía tal confianza.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    Los volcanes aparecieron frente a los ojos de Isabel mientras el tren llegaba a la estación de Puebla, y desde entonces quiso reverenciarlos. No se atrevió siquiera a preguntarse las razones de su atracción por ellos. Le bastó su imponente belleza para considerarlos cosa sagrada, le bastó saber que ya estaban ahí millones de años antes de que la especie humana llegara al mundo. Impávidos y heroicos, insaciables y remotos. Ellos sí que mandaban en México, nadie que se pusiera bajo su amparo estaría solo en esas tierras. En su nueva vida, se prometió, todas sus pérdidas habrían de pasar por ellos y cuanta historia la conmoviera la sabrían sus abismos. Con semejante convicción perdió el poco miedo que aún rumiaba
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    Los volcanes aparecieron frente a los ojos de Isabel mientras el tren llegaba a la estación de Puebla, y desde entonces quiso reverenciarlos. No se atrevió siquiera a preguntarse las razones de su atracción por ellos. Le bastó su imponente belleza para considerarlos cosa sagrada, le bastó saber que ya estaban ahí millones de años antes de que la especie humana llegara al mundo. Impávidos y heroicos, insaciables y remotos. Ellos sí que mandaban en México, nadie que se pusiera bajo su amparo estaría solo en esas tierras. En su nueva vida, se prometió, todas sus pérdidas habrían de pasar por ellos y cuanta historia la conmoviera la sabrían sus abismos. Con semejante convicción perdió el poco miedo que aún rumiaba y se instaló a vivir en la casa de doña Prudencia Migoya, una mujer suave y trabajadora que le hacía honor a su nombre dejándola entrar y salir, comer y dormir a su aire.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    e Alice, la directora de la escuela, entendió que la índole de Isabel estaba cruzada por la fiebre de quienes viven el arte como una religión.
  • Bianca Beltránhas quoted2 years ago
    aquella tarde hubiera estado de acuerdo con su maestra en que la vida valdrá la pena mientras haya en el mundo seres capaces de hacer magia cuando profesan una pasión.
  • Danielhas quotedlast year
    Ella estaba enseñada a trabajar en silencio, a bailar porque sí, por el placer de hacerlo. El asunto de los aplausos, sobre todo esta vez que habían sido sólo para ella, le daba más desazón que dicha.
  • Danielhas quotedlast year
    Yo, Isabel Arango Priede, me comprometo a vivir con intensidad y regocijo, a no dejarme vencer por los abismos del amor, ni por el miedo que de éste me caiga encima, ni por el olvido, ni siquiera por el tormento de una pasión contrariada. Me comprometo a recordar, a conocer mis yerros, a bendecir mis arrebatos. Me comprometo a perdonar los abandonos, a no desdeñar nada de todo lo que me conmueva, me deslumbre, me quebrante, me alegre. Larga vida prometo, larga paciencia, historias largas. Y nada abreviaré que deba sucederme, ni la pena ni el éxtasis, para que cuando sea vieja tenga como deleite la detallada historia de mis días
  • Danielhas quotedlast year
    Mejor me voy ahora que nos queremos tanto, me voy antes de que le lleguen los vicios a esto que nos ha salido tan bien.
  • Danielhas quotedlast year
    —Pruden, ¿qué hice yo mal? ¿Qué le hace falta?

    —Le sobras tú, niña —dijo Prudencia Migoya jalándola de una mano para sentarla junto a ella—. Cuando los hombres inventan irse de repente, cuando pasan sin aviso de la adoración al desapego, es cuando ven a su mujer más crecida de lo que soportan. A Corzas le pesa lo buena que eres en tu oficio, le sobra tu avidez, tu certidumbre de que no hay imposibles, tu terquedad y hasta su certeza de que podrías vivir sin él
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