Rory Vaden

La vida no es justa. Tener éxito no se da por caer en la situación más deseable y ser descubierto por arte de magia gracias a alguna singularidad especial que solo uno, y nadie más, tiene. Eso es un desafortunado cuento de hadas en el que muchos de nosotros vivimos hoy en día. Lo cierto es que el éxito viene de ser sometido a pruebas de fuego, de ser llevado hasta tus límites y de moldear tu carácter y tu confianza por medio de circunstancias desafiantes.

Es bastante seguro asumir que siempre seguiremos haciendo las cosas que sí queremos hacer. Entonces, la única pregunta en realidad es: ¿Tenemos lo que se requiere para hacer las cosas que sabemos son buenas para nosotros, incluso si no queremos hacerlas?

Albert Gray alguna vez dijo: “La gente exitosa adquiere el hábito de hacer cosas que a los fracasados no les gusta hacer”

El éxito no suele ser el resultado de nuestras principales elecciones, sino, engañosamente, la suma total de todas nuestras pequeñas y aparentemente insignificantes decisiones. El éxito se reduce a escoger lo difícil que es bueno sobre lo fácil que es malo, de forma consistente

El éxito no le pertenece a nadie, solo es arrendado, y ese arriendo debe pagarse todos los días.

Uno de mis lugares favoritos donde observo en busca de principios de éxito y formas en que funciona el mundo, es la naturaleza

A la hora de tomar cualquier decisión, hay dos conjuntos de criterios opuestos que suelen influenciar nuestras escogencias. Una parte de nuestro cerebro está procesando nuestras emociones e impulsos, animándonos a tomar la decisión con base en lo que se siente bien. Pero hay otra parte de nuestro cerebro que es analítica. Está evaluando lo racional, y silenciosamente nos pide tener en cuenta qué tiene un sentido lógico. Estas dos fuerzas están en constante pugna, jalando en direcciones opuestas.

Sabemos, racionalmente, lo que debemos hacer, pero a la vez sentimos, emocionalmente, lo que nos gustaría hacer.

las decisiones que son fáciles a corto plazo suelen entrar en conflicto directamente con aquello que hace la vida fácil a largo plazo.

Las personas exitosas saben que tomar decisiones con base en lo que se siente bien en el corto plazo suele ser un atajo engañoso que al final requiere de más trabajo. De manera similar, saben que crear una vida fácil a largo plazo implica la escogencia de algunas actividades desafiantes en el aquí y el ahora.

Por lo tanto, no es que las personas exitosas nazcan con una misteriosa predisposición al éxito que el resto de nosotros no tenemos. Es que los criterios con los cuales estas personas procesan las decisiones son por entero distintos. Las personas exitosas saben que los sentimientos e impulsos no suelen durar mucho; son a corto plazo. Así, mientras que muchos toman decisiones con base en las emociones a corto plazo, las personas exitosas pueden hacer sacrificios pues toman sus decisiones con base en una lógica de largo plazo