Alcoholizado y arruinado terminó su vida uno de los escritores considerados como portavoz de la generación de la posguerra, la que quiso vivir con desenfreno después de los horrores vividos, la generación de la ley seca que no paraba de emborracharse y de bailar al son del jazz, la música que puso banda sonora a la vida y a las obras de Francis Scott Fitzgerald.