Entonces un nuevo rostro entró en el salón. Era el joven príncipe Andréi Bolkonski, marido de la pequeña princesa. El príncipe Bolkonski era un joven no demasiado alto, muy guapo y de rasgos secos y marcados. Todo en su figura, desde la mirada cansada y aburrida hasta el paso silencioso y regular, contrastaba fuertemente con su pequeña y jovial mujer. Al parecer no solo conocía a todos los presente, sino que ya le aburrían tanto que mirarlos y escucharlos le causaba un inmenso tedio.