Nona Fernández

Estamos hechos de agua. Sesenta por ciento de nuestro cuerpo es puro líquido. Quizá por eso cuando miramos un paisaje acuático reconocemos el elemento básico de nuestra composición en plena libertad y un sentimiento indescriptible se activa en nosotros.

Recuerdo a goteras. Una gota llama a la otra y a veces la llave se abre. Cuando eso pasa intento retener lo que más puedo. Pero aunque intente reconstruir con la mayor precisión posible, quizá lo que te escriba no tenga nada que ver con lo que pasó. O con lo que me contaste que pasó. O con lo que recordabas que había pasado.

Cuando la memoria de nuestros genes no pudo almacenar más información, aparecieron nuestros cerebros. Cuando nos dimos cuenta que manejábamos más datos de los que podíamos recordar en esos cerebros, inventamos formas de registro y así surgió, por ejemplo, la escritura.

pero a mí no me dolía nada aparte del alma, ay, ay, el del alma era un dolor agudo en todo el cuerpo,

Es el mes de agosto. Específicamente la mañana del 27 de agosto de 1984.

Imagino que la periodista no esperaba algo así. Observa la tarjeta desconcertada. Podría agregar: asustada. Andrés Antonio Valenzuela Morales, soldado 1º, carnet de identidad 39.432 de la comuna de La Ligua.

Quiero hablarle de desaparecimiento de personas.

«Presunto autor de bombazo era jefe local de la CNI», «Degollados siguen penando en La Moneda», «Así tramaron matar a Tucapel Jiménez», «La DINA habría ordenado fusilamientos de Galanía».

El hombre que torturaba podía ser cualquiera. Incluso nuestro profesor del liceo.

El personaje que construimos era un agente de inteligencia que, después de participar en operativos deteniendo y torturando gente, regresaba a su casa, escuchaba un casete con canciones románticas y leía revistas del Hombre Araña junto a su hijo para hacerlo dormir.