¿Te ha pasado alguna vez que en una entrevista de trabajo, en la que creías tenerlo todo para quedarte con el puesto, en el último minuto se decidieron por otra persona? ¿En esa cita romántica, donde todo parecía ir tan bien, de pronto sentiste que tu escote –o traer la camisa abierta hasta el ombligo, en el caso de los hombres– desviaba negativamente la atención de tu interlocutor? ¿Alguna vez has causado risas y murmullos a tu paso al usar una falda demasiado corta en una junta de padres de familia? Es muy probable que la mala elección de tu atuendo haya sido la causa decisiva del fracaso en estas circunstancias.