Cuando somos capaces de utilizar nuestra inteligencia para purificar nuestros cuerpos, entonces los dolores ocultos se dispersan. Mientras exista rigidez corporal y mental, no habrá paz. Los errores internos, como forzar, actuar sin observar, tensar la garganta y bloquear los oídos, crean hábito, y ese hábito da paso a la falta de percepción consciente, a compresión, pesadez, tirantez, desequilibrio y dolor. Por