Después de todo, estábamos en 1932 y, como él, millones de italianos habían perdido la cabeza por el football, que el régimen rebautizó bien rápido como «calcio» para aparentar unos orígenes italianos de este deporte. Mussolini, «el primer deportista de Italia», comprendió que el deporte era un instrumento perfecto para controlar a las masas. Sobre todo el fútbol, por supuesto, «juego fascista» por excelencia y magnífica herramienta para construir nuestra identidad nacional.