—Hay algo extraordinario en el hecho de ser rechazada por tu propia madre —le dijo a Nzinga—. Te empobrece el alma. Te deja llena de agujeros y te pasas la vida intentando rellenarlos. Con lo que sea que encuentras. Con comida. Con drogas y alcohol. Con todos los hombres equivocados que sabes que te abandonarán, para así quizá reproducir el dolor original. Lo haces para sentir el abandono una y otra vez, porque es lo único que recibiste de tu madre. Y es lo único que sabes hacer para recuperarla