Sin embargo, desde el lugar que ocupaba en la oscuridad, con la espalda pegada a la pared metálica del ascensor, Lucy Patterson aún no tenía manera de conocer el alcance del apagón.
En aquel momento no podía imaginarse que se extendía más allá del edificio donde había vivido toda su vida, hasta las calles, donde los semáforos se habían apagado y el zumbido de los aparatos de aire acondicionado se había detenido, dando paso a un inquietante silencio rítmico.