Un experimento reciente, realizado por el neurocientífico alemán Ullrich Wagner, demuestra el potencial que tienen los estados oníricos para desencadenar nuevos hallazgos conceptuales. En este experimento de Wagner, a los sujetos de estudio se les encargaba una tarea matemática tediosa: reducir cifras de ocho dígitos a un solo número, de forma repetitiva. Con la práctica, los participantes en el estudio llegaron a hacerlo de forma cada vez más eficiente; pero la prueba tenía una pauta escondida, una regla que regía aquellas transformaciones numéricas. Una vez descubierta, esta pauta les permitía a los sujetos acabar la prueba con mucha más rapidez, un poco como sucede con un rompecabezas, cuando casi al final se coge de repente carrerilla y todas las piezas parecen encajar en su sitio. Wagner descubrió que, tras tener un primer contacto con aquella prueba numérica, las personas que “se dormían con ella en la cabeza” descubrían el truco escondido el doble de rápido.