—Pero eso no es algo que haya elegido, Trenzas.
—Me da igual, Pecas.
El chico se las frotó para ocultar que se estaba poniendo rojo.
—Si dos personas magas tienen un hijo..., ¿sale mago? —preguntó Helen de la nada.
—Qué va... —respondió él.
Y así pasaron el resto de la noche. Poco después, Gemma y Kurt se fueron a la Sala de Aire y se quedaron ellos dos solos. Helen no se había dado cuenta de lo alto que era James hasta que lo tuvo justo al lado. Ella era alta, pero el chico le sacaba media cabeza. Mientras lo miraba, James se volvió a frotar las pecas y se encogió del frío cuando llegó una ráfaga de aire.
—Toma —le dijo Helen, quitándose la bufanda—, yo no la necesito. Puedo subirme el abrigo.
—Vaya, qué romántico —dijo James, poniéndosela después de rechistar un par de veces—. Huele a... ti.
Helen levantó las cejas.
—¿Y a qué huelo exactamente?
James sacó a la luz sus dotes de payaso y exageró como si estuviera esnifando la bufanda.
—Hueles a dudas, pero también a valentía. A independencia, aunque también a un gran apego a tu familia. Y un poquito a vainilla, sí. —Se rio.
Ella agitó la cabeza ante las tonterías que había soltado.
—Dime si huelo a aprobado mañana.
—A ver, déjame que lo consulte... Mmm... Sí, efectivamente. Mi más sincera enhorabuena.
—Mi más sincero agradecimiento.