Jesús se les presentó a los laodicenses como el «amén», porque en Él está la aceptación de las promesas divinas, siendo el «sí» de ellas. En 2.a Corintios 1:20 leemos: «Pues por muchas que sean las promesas de Dios, en Él está el sí de ellas, y en Él el amén para gloria de Dios por medio de nosotros» (VM)