Dado que los fundadores del sionismo eran intelectuales influenciados por el nacionalismo europeo, consideraban que la única manera de combatir el antisemitismo era mediante la creación de un Estado propio, un Estado judío. El sionismo no fue un invento de los ingleses para dividir al mundo árabe, como todavía creen muchos árabes. Sin embargo, nació en una época de expansión del capitalismo y de apropiación de las colonias por parte de las principales potencias europeas, con las cuales se relacionó porque necesitaba del apoyo de una gran potencia mundial para conseguir ese territorio que no habitaban. Por su parte, a los ingleses les vino “como anillo al dedo” que un movimiento de raíces occidentales los necesitara para penetrar en la región.
El sionismo tuvo dos problemas desde sus inicios. El primero fue que no intentó crear un Estado judío en regiones de Rusia y Polonia, donde sí había una mayoría de judíos y donde hubiera podido reclamar un territorio apelando al derecho a la autodeterminación de los pueblos. El segundo, que se propuso crear un Estado en un lugar en el que prácticamente no había judíos, y que no estaba deshabitado como muchos pensaban.