A menudo el lenguaje moldea nuestra experiencia más de lo que creemos. Por ejemplo, cuando se utiliza el término «hombre» como genérico para referirse a la humanidad, quienes no son hombres suelen recordar peor lo que se ha dicho y sienten menos confianza que cuando se utilizan palabras más inclusivas, como «ser humano» o «persona». Esto puede llegar a convertirse en un obstáculo para el aprendizaje, en el sistema educativo, o para el bienestar en la atención sanitaria. También hay investigaciones que apuntan a que, a través del lenguaje y las imágenes, aprendemos a considerar a los hombres como «la norma» y a comparar a las mujeres con ellos;