No puedo escribir sin «ver» ni «oír», pero para mí es «volver a ver», «volver a oír». No se trata de tomar tal cual las imágenes, las palabras, describirlas o citarlas. He de «alucinarlas», «repetírmelas machaconamente» (como explico en el comienzo de El acontecimiento, que es el texto donde más profundizo en mi trabajo de escritura) y luego intento «producir» —no decir— la sensación que comportan para mí la escena, el detalle, la frase, mediante el relato, la descripción de la escena, del detalle.