Uno sucio sujetaba mis tobillos, que él sería el primero, pero otro más bruto, lo apartó de un codazo, ¡no!, el primero sería él, y cuando ya había empezado: es que llamean tú, y el alto, el que me había arrancado las enaguas, ¡son como fuego!, luego entre jadeos el sucio, son casi amarillos, y al final, todos: mirad cómo arden.
Violación