En la Grecia antigua, las pasiones intensas desempeñaban un papel crucial en las teorías de la locura. Galeno estaba influenciado por los estoicos y consideraba que los sentimientos desbordados eran un asalto al cuerpo. Cuando el corazón –al que consideraba el depositario de las pasiones– se veía afectado, emitía unos notables vapores que viajaban por canales secretos hasta el cerebro, ocasionando melancolía o manía.