Hobbes se atrevió a ir más lejos y explicar cómo operaban funciones previamente atribuidas al alma. El mundo interior comenzaba como una bodega vacía. La turbulencia exterior producía actividad nerviosa en los sentidos, que después era formulada por nuestra imaginación. La información se vinculaba y unificaba mediante lo que él llamaba «asociaciones». Estos pensamientos secretamente conectados «se vierten sobre todas las cosas sagradas, profanas, limpias, obscenas, graves y ligeras, sin vergüenza ni culpa…». Cuando las sobrecargaban las pasiones, las asociaciones se transformaban en creencias fanáticas.