Mi investigación para este libro me dio la oportunidad de hablar con colegas que, a diferencia de mí, ya formaban parte de este campo durante el “auge” de la predicción de sismos en la década de 1970. Le pregunté a varios por qué el optimismo hacia la viabilidad de predecir temblores había dado paso tan rápidamente al pesimismo. Una de las repuestas fue que, a pesar de todo el optimismo en torno a los métodos de predicción, los sismos predichos no llegaron a ocurrir, mientras que otros acontecimientos catastróficos siguieron sucediendo sin advertencia previa