Estamos acostumbrados a oír que las historias sobre mujeres carecen de importancia. Al fin y al cabo, ¿qué valor tiene lo que ocurre en el salón, la cocina o el dormitorio? ¿A quién le importan las relaciones entre madres, hijas y hermanas? La enfermedad de un bebé, el sufrimiento y el dolor de un parto, los esfuerzos por mantener a la familia unida durante la guerra, en la pobreza o incluso en épocas de bonanza están considerados asuntos insignificantes comparados con las historias de los hombres