Estela Chocarro

Patricio se mostraba más afectado que sus acompañantes, no porque sintiera un afecto especial por el difunto, con el que apenas había tenido trato, sino porque su carácter sensible, su empatía, le hacían muy susceptible al dolor ajeno

La idea de convertirse en padre le producía dolor físico; Ignacio no era un padre para él, pero tampoco sabía cómo se comportaba un padre de verdad

–Hija, date prisa, a mi edad, cada minuto puede ser el último.

la única verdad era que quien rebana el cuello de una persona con un cuchillo es un asesino, o al menos, un carnicero.

Dalí. Surrealista era el pintor y de personas surrealistas debió de rodearse, eso estaba claro.

Me gustaría tener a alguien que me abrazara de vez en cuando y me diese ánimos cuando los necesito.

En la vida había oído disculparse a su hijo y le constaba que ella misma jamás había pedido perdón por nada ni a nadie, de modo que aquello no podía haberlo aprendido en casa.

lo único que quieren las fuerzas del orden y los políticos es presumir de mantener a los malhechores a raya.

Tal vez había perdido su humani­dad, pero no estaba en absoluto arrepentido, sino más bien asombrado ante su propia sangre fría

–En otros tiempos, la Iglesia no habría permitido que una suicida fuera sepultada en terreno sagrado –argumentó Anastasia con la mirada perdida.

–Sí. Desde luego, nadie se ha modernizado tanto como la Iglesia en los últimos años –ironizó Daniel