Francisco Bitar

ella dibuja un corazón sobre el vapor del parabrisas. Es una luna que va a salir cada vez que el auto se empañe

Él tampoco es el mejor padre del mundo; es el tipo de padre que intenta recordar el cumpleaños de su hija por la cantidad de abrigo con que llegaron al sanatorio el día del parto.

Capaz hoy sea jueves, el día que los jóvenes, incapaces de esperar hasta mañana, eligieron para cargar de electricidad, haciendo que el resto de la especie humana se sienta igual a una pelusa que vuela por el costado.

Durante el arranque de la computadora, entre una y otra operación del aparato, la pantalla funde a negro por un segundo y Gori se ve reflejado: el cuerpo echado hacia atrás, la taza dando calor a sus manos, su nueva cara, afeitada y pulcra. Si fuera el personaje de una historieta, no sería el superhéroe sino su contacto en el departamento de policía

En ese momento, Silvi deja el libro sobre la mesa de luz, respira hondo durante un minuto y se voltea boca arriba. Hay un clima cargado, como sucede cada vez que se termina de leer un buen libro. Un clima de misericordia ante el mundo y, sobre todo, de respeto.

de acá para allá como bolas en el depósito de una mesa de billar que alguien sube a un flete

La primera decisión está cargada de augurios, como ocurre con toda primera decisión cuando el relato es todavía una promesa. Por ahora, no hay peligro de fallar. Hasta este momento inicial, somos todos escritores geniales.

Cuando estés en dificultades, releé alguno de tus propios libros. Vas a ver que tampoco entonces fue fácil escribirlo.

Hoy las opciones son las mismas de siempre: avisos de lecturas en bares perdidos y enlaces a reseñas que nadie leerá. Uno anuncia con un chiste sin gracia la preventa de su nuevo libro; otra, que está en el aeropuerto, avisa que se irá becada a un país sin literatura.

Cuando estés en dificultades, releé alguno de tus propios libros. Vas a ver que tampoco entonces fue fácil escribirlo.