Christine Angot

Sin embargo, con lo que ocurrió después contigo, no me fue posible guardarlos como recuerdos felices.

Y lo que oyes en mi voz es el desprecio que siento por tus esfuerzos para que te acepten en un mundo que no te aceptará nunca.

A veces le reprocha que tenga la boca un poco demasiado pequeña.

No vamos a pasarnos todo el día en el aseo. Tendríamos que desplazarnos al dormitorio, pero sin que pares. ¿Te parece bien? Ven, vamos a probar.

Condena toda vulgaridad y, de manera general, todo uso de la lengua que no se adapte ni a la imagen que uno quiere dar de sí mismo ni a la realidad.

Y que, de todos modos, nunca ha hecho nada que ella no quisiera.

Le dice: «Dime “te quiero.”» Ella lo dice. Le dice: «Repítelo, dilo otra vez si no te importa, resulta agradable, dulce.» Ella lo repite. Le dice: «Dime “te quiero, papá.”»

Ella querría pedirle algo. Le dice que, como prueba de ese amor que siente por ella, querría que la siguiente vez que se vean no ocurra nada físico, ni un solo gesto.

Él explica que en alemán para hablar de ese verde dirían satt grün, es decir, un verde muy fresco, muy nítido. Que satt significa saciado. Que un alemán que ha comido bien dice «ich bin satt», y que satt grün significa que las hojas del árbol son tan verdes que están saciadas de verde.

Dice que ha entendido perfectamente lo que le ha pedido hace un rato. Pero que lo que siente por ella en ese momento es demasiado fuerte.