En 2017, Erin B. Godfrey, Carlos E. Santos y Esther Burson estudiaron la autoestima en un grupo de niños de escasos recursos, pertenecientes a minorías étnicas, y descubrieron que su creencia en un sentido de igualdad universal afectaría su conducta más adelante. Observaron también que los niños que creían en la equidad y en la meritocracia eran, en sexto año, “buenos” estudiantes. Eran escrupulosos, trabajaban duro y, en términos generales, reportaban tener altos niveles de autoestima. Dos años después, sin embargo, quienes más creían en la igualdad básica del sistema y, por ende, en la capacidad del individuo para superar cualquier obstáculo, no sólo experimentaron un decremento considerable en sus niveles de autoestima, sino que fueron quienes reportaron conductas destructivas y criminales en mayor medida. Mientras más creían en la meritocracia, más batallaban para asimilar los episodios de desigualdad y más confianza perdían en sí mismos