sólo se repetían algunos episodios, aunque nadie sabía por qué eran tan especiales. Aquellos recuerdos eran muy pocos, pero parecían grabados en su mente de forma imborrable y nunca emergían atropelladamente sino que parecían esperar su turno, aunque luego hicieran acto de presencia en momentos inconexos. En aquellas ocasiones, mi madre actuaba como si acabara de recordar aquel episodio de su juventud: fijaba la vista en un punto lejano y hablaba como si se hubiera sumergido en el pozo borroso de su memoria y fuera pescando sus recuerdos uno a uno. No era una actitud fingida, y ella sin duda estaba convencida de que era la primera vez que rescataba aquellos recuerdos