Amia Srinivasan

¿cómo sería poner fin a la subordinación política, social, sexual, económica, psicológica y física de las mujeres? Y

A los defensores de los «derechos de los hombres» les gusta decir que «Creer a las mujeres» vulnera la presunción de inocencia. Pero cometen ahí un error categorial. La presunción de inocencia es un principio jurídico: responde a nuestra impresión de que, en igualdad de factores, es peor que la ley castigue inmerecidamente a alguien que no que lo absuelva inmerecidamente. De ahí que en la mayoría de los sistemas jurídicos el peso de la prueba recaiga en el denunciante, y no en el acusado.

La presunción de inocencia no nos dice qué es lo que debemos creer, solo nos indica que la culpabilidad ha de quedar probada de acuerdo con la ley: esto es, por medio de un proceso que, de manera deliberada, le reparte al acusado las mejores cartas.

Pero el veredicto de un juicio no dictamina lo que debemos creer.

La cuestión, desde un punto de vista feminista, es por qué los delitos sexuales suscitan un escepticismo tan selectivo.

no hay civilización posible bajo el patriarcado.

Poco después del asesinato, la periodista británica Libby Purves afirmaba que, en la India, «el desprecio masculino homicida, de hienas, [hacia las mujeres] es la norma».34 Primera pregunta: ¿cómo se explica que cuando los hombres blancos violan estén transgrediendo una norma, pero que cuando los que violan son hombres morenos se estén ajustando a ella?

La vulnerabilidad de las mujeres negras a la violencia dentro de la pareja es en sí misma un efecto del poder estatal: los altos índices de desempleo entre los hombres negros están detrás de los altos índices de asesinatos de mujeres negras a manos de sus parejas.

Así, un feminismo que solo aborde los casos «puros» de opresión patriarcal –casos que no vengan a «complicar» factores de casta, raza o clase– terminará sirviendo a las necesidades de las mujeres ricas o de las castas superiores. Del mismo modo, un movimiento antirracista que solo aborde los casos «puros» de opresión racista terminará sirviendo primordialmente a las necesidades de los hombres ricos de color. Ambos movimientos darán lugar, a su vez, a una política asimilacionista, con el objetivo de garantizar a las mujeres y a los hombres de color más acomodados el derecho a recibir el mismo trato que los hombres ricos blancos.

La postura de «Creer a las mujeres», en su forma actual, choca con las exigencias de la interseccionalidad. Que pongan en duda su palabra cuando presentan acusaciones creíbles de violencia sexual, al menos contra determinados hombres, es el sino habitual de las mujeres. Y es a esta realidad a la que «Creer a las mujeres» se brinda como reparación política.