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—Te amé tanto que creía que eras lo que daba significado a mi vida —dijo Celia, llorando—. Creía que la gente venía a este mundo a encontrarse con otras personas, y que era mi destino encontrarte a ti. Encontrarte, tocar tu piel, oler tu aliento y oír todos tus pensamientos. Pero creo que ya no es así. —Se enjugó los ojos—. Porque no quiero que sea mi destino estar con alguien como tú.