Tarde en mi vida llego a ti,
filtrado por muchas puertas
y disminuido por escaleras.
Casi no queda nada de mí.
Y tú eres una mujer así de sorprendida,
que vive con medio valor,
una mujer salvaje con lentes,
las riendas elegantes de tus ojos.
“Las cosas aman perderse y encontrarse
de nuevo por otros; sólo los hombres
aman encontrarse a sí mismos”. Dijiste.
Y luego quebraste tu rostro entero
en dos perfiles, uno para la distancia
y otro para mí, como recuerdo, y te fuiste.