dad de un arte clásico.
En El tragaluz del infinito, en cambio, Burch explica que su objetivo es “construir las bases históricas para prácticas contestatarias” (1987, p. 16) y que, por eso, su análisis del cine primitivo intenta demostrar que el llamado lenguaje del cine “no tiene nada de natural ni de eterno, que tiene una historia y que está producido por la Historia” (1987, p. 16). Según su interpretación, el potencial estético de los filmes ha sido reprimido bajo la imposición de un cierto modo dominante de representación que, debido a su notable fuerza expansiva, ha terminado por asumirse acríticamente como el lenguaje natural del cine. Lo que Burch denomina modo de representación institucional (MRI) se identifica con el filme realista clásico y se define como un tipo de discurso basado en una forma de exposición lineal, causal y clausurada que construye la ilusión de continuidad temporal y de profundidad espacial y que tiende a privilegiar una mirada transparente sobre lo representado. Burch sostiene que el MRI adopta un tipo de relación entre espectador y representación propia del proscenium theatre, la profundidad espacial del Quattrocento y la claridad del tiempo narrativo de la novela realista del siglo XIX mientras que, simultáneamente, borra las marcas de esa construcción para naturalizar y convalidar lo que él denomina una perspectiva burguesa.