Hasta «Rock Around the Clock», la música de orientación juvenil se ceñía básicamente a la experiencia auditiva. Uno encendía la radio, metía monedas en el jukebox o colocaba la aguja en el vinilo y dejaba volar la imaginación una vez la música comenzaba. Con el estreno de la película se pudo asociar esos sonidos a unas imágenes, y en un efecto no buscado, la rebelión contra los profesores y otras figuras de autoridad quedó enaltecida románticamente.